Antes de ponerme a escribir esto, he vuelto a escuchar “Omega” varias veces. Primero dejándolo sonar, sin pararme mucho, para recuperar la sensación de hace quince años. Después me senté con el librillo en la mano, repasando las letras mientras escuchaba. Y lo que me sigue interesando es aquella disociación que he mencionado; mucho más que la fusión, me emociona la separación que puede apreciarse entre los distintos sonidos y lo que cada uno convoca. Por eso también, los temas que más me gustan son aquellos en los que puedo atender mejor a todo, de abajo hacia arriba, desde la letra a la voz de Morente, pasando por los instrumentos, las palmas, etc. “La aurora de Nueva York” es seguramente la canción que prefiero; aquí Morente hace cosas de mucha fragilidad y resulta versátil, mientras Vicente Amigo practica un toque humilde y efectivo, pero además soberbio y complejo cuando cabe. Además, esa es la pieza que mejor nos da a oír un poema de Lorca; o puede que, simplemente, ese sea un texto que a mí me llega con fuerza. Sin embargo, temas como “Niña ahogada en el pozo”, que resulta especialmente opaco a la letra, me atrae y tiendo a repetirla, tal vez por esa única frase, tan inquietante, que se salva de la opacidad: “Que no desemboca… Que no desemboca…” No creo que se pueda decir que “Omega” planteara algo absolutamente nuevo, porque tanto el empleo de textos lorquianos como las guitarras eléctricas estaban bien probados, pero cabe destacar el nivel de los intérpretes y la sensación de conjunto que logra, eso que he intentado expresar llamándolo, no sé si muy atinadamente, melancolía.Javier Codesal
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